El último mensaje sin leer

Viernes, 19 Abril 2024 21:07

Hoy escribo mi última columna en este querido medio de comunicación que ha sido mi hogar durante cinco años. Cinco años de forma continuada, porque ya había escrito en estas páginas de forma esporádica desde mi niñez, cuando tanto mi padre, Eduardo Alberola, como Nacho Belzunces y Ana Mellado, pensaron que podría ser simpático recoger las opiniones de una cría de Primaria. Fueron días muy felices también en compañía de otras personas que han formado parte de la historia de El Económico, como Lamberto Ortiz, Isaac Hernández o Fernando Cos-Gayón, que recientemente nos ha dejado y aprovecho para mandar un afectuoso abrazo a su familia y allegados.

Es difícil expresar con palabras la gratitud que siento hacia este espacio que me ha brindado la oportunidad de compartir mis reflexiones quincenalmente. Quiero comenzar extendiendo mi más sincero agradecimiento al equipo editorial y a todos aquellos que han dedicado su tiempo a leer mis artículos a lo largo de estos años. Vuestra atención y vuestros comentarios han sido de mucho valor.

Pensando en lo que ha sido este período, debo admitir que no siempre ha sido fácil encontrar temas sobre los que reflexionar en estas líneas. Agradezco enormemente la paciencia y el apoyo constante de Antonio Fresno, la persona que recibe los artículos de quienes escribimos por estos lares y nos va recordando que nos toca entrega. En los momentos en que las musas han sido un poco esquivas o cuando mis plazos se han acercado peligrosamente, su comprensión y buen humor han estado siempre presentes.

Aprovecho, también, para agradecer a Kepa, mi compañero de vida, que infinidad de veces también ha soportado todo mi agobio ante la maldita hoja en blanco y siempre me ha animado para seguir escribiendo. Además, ha sido un gran editor de mis artículos, un poco obligado, la verdad, porque creo que una segunda opinión siempre es crucial. Sin ningún tipo de reconocimiento, ha aportado grandes ideas a muchos de mis textos, pero es el momento: muchas gracias, Kepa.

Comencé este viaje hablando principalmente de temas políticos, pero con el tiempo, me aventuré hacia terrenos más personales y diversos. Estos artículos se han convertido en mi voz, un espacio donde he podido expresar quejas, preocupaciones, intereses y alegrías con toda la comunidad de lectoras y lectores de El Económico. Miro atrás y me doy cuenta de que escribir se fue volviendo, poco a poco, en una forma de terapia, una ventana por la que asomarme al mundo y conectar con quienes me leen.

No puedo negar que ha habido muchos momentos de agotamiento. Momentos sin ideas, momentos en los que el trabajo y las obligaciones diversas me han puesto complicado ponerme a escribir con tranquilidad. Sin embargo, siento una gran satisfacción personal por haber perseverado en la publicación de estos artículos, cada uno ha sido un ejercicio enriquecedor que me ha obligado a informarme, reflexionar y aprender. Seguro que he cometido muchos errores, pero de todo se aprende. Repaso los artículos 50 veces y, ¿cuándo me doy cuenta de alguna errata? Cuando ya está publicado, por supuesto. Dicen que los abogados encierran sus errores, los médicos los matan y los periodistas los publicamos. ¡Qué remedio!

A Nacho Belzunces, propietario de este medio, le deseo una felicísima jubilación y un tiempo lleno de descanso, aunque bien sé que echará en falta esta profesión que ha ejercido con tanta pasión. El cierre de este medio de comunicación es una pérdida muy importante, nos despedimos de una ventana imprescindible a la actualidad de proximidad del Camp de Morvedre y estoy segura de que lo vamos a echar en falta enormemente. Pese a su importancia central en el sistema democrático, el periodismo enfrenta hoy en día tiempos muy difíciles, y el cierre de una cabecera siempre es una noticia triste.

Con estas líneas, llega mi afectuosa despedida. Este espacio ha sido más que un altavoz; ha sido un privilegio y un honor para mí. Gracias por permitirme compartir mis pensamientos, mis emociones y mis convicciones a través de estas páginas. Que la llama del periodismo siga ardiendo y que las historias continúen siendo contadas, incluso en tiempos inciertos.

A todos y todas ustedes, estimada audiencia, les agradezco desde el fondo de mi corazón por acompañarme en este viaje de palabras y pensamientos. No es un adiós definitivo, sino un hasta luego lleno de gratitud.

¡Hasta siempre!


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